sábado, 17 de diciembre de 2011

El juguete rabioso (Roberto Arlt)

Fragmentos de : “El juguete rabioso” de Roberto Arlt

Nos situamos en Buenos Aires, década del 20.

El autor narra en cuatro episodios la lucha de un adolescente (Silvio Astier) por escapar de la miseria y humillación a la que se ve sometido como consecuencia de su condición social, marcada por la marginación y la pobreza.

En el primer capítulo "Los ladrones", Silvio Astier tiene 14 años y alimenta su imaginación con libros sobre ladrones y aventureros: "yo soñaba con ser bandido y estrangular a corregidores libidinosos; enderezaría entuertos, protegería a las viudas y me amarían singulares doncellas"(p. 89)
(...)esperábamos a una tarde de lluvia y salíamos en automóvil. ¡Qué voluptuosidad entonces recorrer entre cortinas de agua la ciudad! (...)nos imaginábamos que vivíamos en París o en la brumosa Londres. (...) Después, en una confitería lujosa, tomábamos chocolate con vainilla, y saciados volvíamos en el tren de la tarde, duplicadas las energías por la satisfacción del goce proporcionado al cuerpo voluptuoso, por el dinamismo de todo lo circundante que con sus rumores de hierro gritaba: ¡adelante, adelante! (p.101)


El robo se muestra como un medio de vida en la ciudad, un medio para acceder a los deleites ofrecidos por la metrópolis. Pasan por angustiantes minutos mientras la policía pasa por la calle. Silvio fue enfático: "A mi no me cachan. Antes matar"(p. 106). La urbe no se deja dominar, y Silvio ha fracasado en su primer intento por encontrar un espacio en la ciudad.

En el segundo, "Los trabajos y los días" es ya más característico con la hostilidad de la ciudad hacia Silvio. Empieza con la mudanza de barrio que la familia de Silvio tiene que hacer por sus condiciones económicas: Silvio es desplazado y pierde contacto con sus amistades. Se van a vivir a un barrio más pobre. Él tiene ya 15 años y su madre empieza a presionarlo para que trabaje: "Tenés que trabajar, ¿entendés? Tú no quisiste estudiar. Yo no te puedo mantener. Es necesario que trabajes." La reacción de Silvio es de repulsa, repulsa a tener que trabajar para tener dinero: "[yo] Hablaba estremecido de coraje; rencor a sus palabras tercas, odio a la indiferencia del mundo, a la miseria acosadora de todos los días, y al mismo tiempo una pena inominable: la certeza de la propia inutilidad"(p. 128). Con quince años y condición económica precaria, era inevitable que la ciudad viniera a buscarlo y a lanzarlo en la realidad de la metrópolis: todas las maravillas de la modernidad, los trenes, automóviles, los arcos voltaicos, los suntuosos cafés, son para pocos, entre los cuales Silvio Astier no se encuentra.

Una tarde Silvio se ve obligado a cargar objetos pesados por varias cuadras mientras las personas lo observan pasar, se siente completamente humillado y desposeído de fortuna:

Ahora íbamos por calles solitarias, discretamente iluminadas, con plátanos vigorosos al borde de las aceras, elevados edificios de fachadas hermosas y vitrales cubiertos de amplios cortinados. Un adolescente y una niña conversaba en la penumbra(...). Todo el corazón se me empequeñeció de envidia y de congoja. Pensé. Pensé que yo nunca sería como ellos..., nunca viviría en una casa hermosa y tendría una novia de la aristocracia. Todo el corazón se me empequeñeció de envidia y congoja. (p.152)


En otro fragmento, Silvio describe cómo ha sido afectado por la vivencia en el ambiente mezquino de la librería. Es una evidente consecuencia de la interacción con la mezquindad del pequeño comerciante.En las palabras de Silvio:
Una sensación de asco empezó a encorajinar mi vida dentro de aquel antro, rodeado de gente que no vomitaba más que palabras de ganancia o ferocidad. Me contagiaron el odio que a ellos les crispaba la jeta(...). Tenía la sensación de que mi espíritu se estaba ensuciando, de que la lepra de esa gente me agrietaba la piel del espíritu, para excavar ahí sus cavernas oscuras. (p.156)


El pasar de los días en esas condiciones de humillación y deterioro lo llevan a Silvio a concluir que ha aprendido algo: "Entonces repetí palabras que antes habían tenido un sentido pálido en mi experiencia. -Sufrirás -me decía- sufrirás..., sufrirás..., sufrirás... -Y la palabra se me caía de los labios. Así maduré todo el invierno infernal" (p. 158).

En el futuro, ¿no sería yo uno de esos hombres que llevan cuellos sucios, camisas zurcidas, traje color vinoso y botines enormes, porque en los pies les han salido callos y juanetes de tanto caminar, de tanto caminar solicitando de puerta en puerta trabajo en que ganarse la vida? Me tembló el alma ¿Qué hacer, qué podría hacer para triunfar, para tener dinero, mucho dinero? Seguramente no me iba a encontrar en la calle una cartera con diez mil pesos ¿Y qué hacer entonces? Y no sabiendo si pudiera asesinar a alguien, si al menos hubiera tenido algún pariente rico, a quien asesinar y responderme, comprendí que nunca me resignaría a la vida penuriosa que sobrellevan naturalmente la mayoría de los hombres. Pag173


Ingresa en una escuela de aviación militar pero el fracaso es su único destino. Y ese destino se hace presente cuando al cuarto día de estar reclutado lo dan de baja. Silvio indaga por qué lo hicieron y le dicen:

"Su puesto está en una escuela industrial. Aquí no necesitamos personas inteligentes, sino brutos para el trabajo"pag.178

Sale de la escuela sin rumbo, recorriendo las calles, generando una de las escenas más expresivas de la novela, en donde más que pintar la ciudad, se describe el estado psíquico de quien la recorre y la vive:

Ahora cruzaba las calles de Buenos Aires con estos gritos adentrados en el alma.
Calor de fiebre me subía a las sienes; olíame sudoroso, tenía la sensación de que mi rostro se había entosquecido de pena, deformado de pena, una pena hondísima, toda clamorosa.
Rodaba abstraído, sin derrotero. Por momentos los ímpetus de cólera me envaraban los nervios, quería gritar, luchar a golpes con la ciudad espantosamente sorda... Y súbitamente todo se rompía adentro, todo me pregonaba a las orejas mi absoluta inutilidad pag. 178


Termina pasando la noche en un conventillo, adonde un chico homosexual, que trabaja prostituyéndose, lo acosa. Por la mañana Silvio sale del conventillo y deambula por la ciudad, generando otra escena de desesperación de un individuo que no tiene su lugar en la ciudad, que se ve obligado a estar en movimiento constante, intentando llevar la vida.

De las calles de sombras formadas por los altos muros de los galpones, pasaba a la terrible claridad del sol, a instantes un empellón me arrojaba a un costado, los gallardetes multicolores de los navíos se erizaban con el viento; más abajo, entre la muralla negra y el casco rojo de un transatlántico, martilleaban incesantemente los calafateadores, y aquella demostración gigantesca de poder y riqueza, de mercaderías apiñadas de bestias pataleando suspendidas en el aire me azoraba de angustia. Y llegué a la inevitable conclusión:
-Es inútil, tengo que matarme. (p. 192)


Pero el revólver falla y Silvio se salva.

Lo que se observa es que la vida de Silvio es un constante movimiento, desde el momento en que su madre le dice que tiene que trabajar para mantenerse. Cuando Silvio cumple los catorce años, la gran ciudad implacable vendrá a buscarlo, a hacerlo vivir su destino como ser urbano y a transformarlo. Silvio está más reaccionando a la ciudad que actuando en ella.Es importante darle atención a las descripciones de la ciudad y sus elementos. Son ellas en parte, nos parece, una demostración de la dureza de la prosa de Arlt. En El juguete rabioso el cielo de la ciudad es azul y límpido y junto con el sol sirve de contraste o fuga de la ciudad que está debajo:


(...)conservo el recuerdo de un cielo resplandeciente sobre horizontes de casas pequeñas y encaladas(...) Por las chatas calles del arrabal, miserables y sucias, inundadas de sol con cajones de basura a las puertas, con mujeres ventrudas, despeinadas y escuálidas hablando en los umbrales y llamando a sus perros o a sus hijos, bajo le cielo más límpido y diáfano, conservo el recuerdo fresco, alto y hermoso. Y más y más me embelesaba la cúpula celeste cuanto más viles eran los parajes donde traficaba(...) (p.203).


Más adelante, el sol ilumina el interior de una carnicería, en un paisaje grotesco, decadente, en contraste con el cielo de afuera:
Un rayo de sol iluminaba en lo oscuro las bestias de carne rojinegra colgadas de ganchos y de soga junto a los mostradores de estaño. El piso estaba cubierto de aserrín, en el aire flotaba el olor de sebo, enjambres negros de moscas hervían en los trozos de grasa amarilla, y el carnicero impasible aserraba los huesos, machacaba con el dorso del cuchillo las chuletas... y afuera estaba el cielo de la mañana, quieto y exquisito, dejando caer de la azulidad la infinita dulzura de la primavera (p.203).



Breve Biografía de Roberto Arlt

(26 de abril de 1900-26 de julio de 1942)

Hijo del prusiano Karl Arlt y de la nacida en Austria Hungría Ekatherine Iostraibitzer, un par de inmigrantes pobres recién llegados al país, su infancia transcurrió en el barrio porteño de Flores.

. Fue expulsado de la escuela a la edad de ocho años y se volvió autodidacta. Trabajó en un periódico local, fue ayudante en una biblioteca, pintor, mecánico, soldador, trabajador portuario y manejó una fábrica de ladrillos.

En 1926 escribe su primera novela,” El juguete rabioso” .En esa época Arlt era secretario del escritor Ricardo Güiraldes .La memoria de su padre aparecería en futuros escritos.

Trabajó de periodista para el diario "El Mundo" donde editaría sus famosas "Aguafuertes Porteñas".

Aquí detallamos algunas de sus obras mas recordadas:

(Prosa)

* El juguete rabioso (1926)

* Los siete locos (1929)

* Los lanzallamas (1931)

* El Amor brujo (1932)

* Aguafuertes porteñas (1933)

Comentario:Este escritor y periodista argentino nos dejó muchas historias cargadas de realismo, mezclando en algún punto el humor, la ironía, lo cotidiano, el deseo y la desdicha de aquellos marginados por la sociedad y por sí mismos y obligados a vivir alejados de la felicidad.

A mi modo de ver después de haber leído en 1986 "Crónicas del Ángel Gris", de Alejandro Dolina (periodista argentino) encontré que el estilo de este último es practicamente copiado al de R.Arlt, lo cual no me gustó para nada porque no lo escuché jamas decir que lo suyo fuera un tributo al gran Roberto Arlt.